Una propuesta de trabajo: caminar colectivamente la esperanza

Àlex Guillamón

En el Boletín 69 Entrepueblos pudimos leer visiones y vivencias de la trayectoria de nuestra organización en estos treinta años desde su nacimiento, incluso algunas de la década anterior, de sus precedentes en el movimiento de solidaridad con América Latina. Pero ¿cuál puede ser el papel, la utilidad y, por lo tanto, el futuro de una organización como Entrepueblos a las puertas de la tercera década del siglo XXI?

La respuesta a esta pregunta será forzosamente el resultado de dos factores: las capacidades y limitaciones que heredamos de nuestra trayectoria, y el contexto en el que deberemos seguir actuando con dichas capacidades y limitaciones. Ambas cosas rebasan con creces las dimensiones de este artículo, pero vamos a tratar de hacer algunos apuntes.

Un contexto de crisis global

Lo más relevante que podemos decir sobre el contexto en que nos encontramos es que se trata de una crisis sistémica global, una crisis civilizatoria. Hay quien limita sus alcances calificándola como crisis del sistema, o del capitalismo, pero, éste es un planteamiento parcial, ya que no son las clases más poderosas precisamente quienes están padeciendo sus consecuencias. Como dijo en su célebre frase el potentado Warren Buffet, a sus 84 años, “Hay una guerra de clases, y es la mía la que va ganando”. Ciertamente… y aunque ello suponga socavar las mismas bases ecológicas y sociales de la sociedad humana.

En verano de 2014 centenares de activistas sociales, entre ellas líderes recién incorporadas entonces a la “nueva política”, firmaron el manifiesto “Última llamada”, hoy, por desgracia, bastante caído en el olvido. En él se caracterizaba parte del significado de esta crisis:

“Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que si no crece no funciona, y si crece destruye las bases naturales que la hacen posible. Nuestra cultura, tecnólatra y mercadólatra, olvida que somos, de raíz, dependientes de los ecosistemas e interdependientes” (…) “Necesitamos construir una nueva civilización capaz de asegurar una vida digna a una enorme población humana, aún creciente, que habita un mundo de recursos menguantes” (…) “Pero esta Gran Transformación se topa con dos obstáculos titánicos: la inercia del modo de vida capitalista y los intereses de los grupos privilegiados (…) necesitamos una ruptura política profunda con la hegemonía vigente, y una economía que tenga como fin la satisfacción de necesidades sociales dentro de los límites que impone la biosfera, y no el incremento del beneficio privado”.

Un buen diagnóstico sino fuera porque en ninguna parte mencionaba un concepto fundamental que confiere su verdadera dimensión a la crisis de la que estamos hablando: este modo de vida capitalista al que alude es en realidad el modo de vida del patriarcado capitalista.

En palabras de Amaia Orozco(i), se trata de una crisis que va mucho más lejos de la crisis económica y financiera, “una profunda crisis multidimensional para referirnos, al menos, a tres cuestiones: a la crisis ecológica, a la crisis de reproducción social y a la crisis de los cuidados. La crisis ecológica abarca diversas dimensiones interconectadas: cambio climático, agotamiento de los recursos naturales, y colapso de la biodiversidad. Por crisis de reproducción social nos referimos a que el conjunto de expectativas de reproducción material y emocional de las personas resulta inalcanzable, pudiendo, a menudo, derivar lisa y llanamente en muerte, como ocurre con la crisis alimentaria. La noción de crisis de los cuidados afecta a una dimensión concreta de dichas expectativas de reproducción: los cuidados, implicando que los arreglos del cuidado son insatisfactorios, insuficientes, precarios y no libremente elegidos.”

A ello habría que añadir también la diferente forma en que impactan estas crisis en los diferentes pueblos y clases sociales, para el Norte global y el Sur global, como señalaba uno de los informes del Worldwatch Institute, “más de 1.700 millones de habitantes del planeta conforman la categoría global de la «clase consumidora». En el reverso de la moneda figuran los 2.800 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares al día” (…) “en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas”.

Uno de los objetivos principales del manifiesto “Última Llamada” era influir y comprometer a la gente que en aquel momento se estaba incorporando a la política desde las nuevas plataformas ciudadanas acerca de la necesidad de que estos temas estuvieran en primer plano de sus agendas en caso de que accedieran a cargos electos. Desgraciadamente, sin entrar en los motivos, a la vista está que ésta sigue siendo una asignatura pendiente. Lo urgente a corto plazo sigue pasando por encima de lo más importante.

Es muy grave que a estas alturas del siglo las instituciones políticas y gobiernos sigan sin afrontar los compromisos políticos que demanda la crisis global en tantos ámbitos, pero es aún mucho más grave que desde la sociedad no les llegue una demanda atronadora al respecto. Y es que el principal obstáculo para que podamos hacer frente a retos como el cambio climático, la crisis energética, ecológica, o alimentaria, la extrema desigualdad, la crisis de los cuidados y la reproducción de la vida, física y social, no es tanto la falta de alternativas, como la falta de empoderamiento social frente a quienes dominan la economía y la política global: frente a las grandes empresas transnacionales y a las instituciones cooptadas por ellas.

¿Cómo es posible, por poner sólo un ejemplo, que a estas alturas del siglo XXI aún no se haya demandado a ningún gobierno o empresa energética responsables de lucrarse mediante el más grave crimen contra la Humanidad que supone y supondrá el cambio climático para centenares de millones de personas?…

Más allá de nuestras limitaciones. Alternativas desde el trabajo en red

Hoy, pues, no se nos ocurre ninguna misión más importante que hacer frente a este contexto. Y, a la vez, a nadie se le escapa que ésta es una tarea inmensamente mayor a las capacidades de una modestísima organización como la nuestra, compuesta por un colectivo de activistas sociales, una mínima estructura técnica, varios centenares de socias y socias que la apoyan, y, eso sí, una amplia red de vínculos de solidaridad con movimientos y organizaciones de nuestro país y de Abya Yala/América Latina.

Creemos que una de las claves está en, sin dejar de construir y mimar estos activos, mirar más allá. Tomar perspectiva y saber ver a Entrepueblos como una estrella que forma parte de una gran constelación social de colectivos con diferentes causas de transformación social, que se crean, se transforman, se acercan (y a veces de alejan), que alumbran movimientos sociales, que se interconectan con movimientos internacionales, que resisten y aportan experiencias y alternativas frente a las diferentes dimensiones de la crisis global.

Es esta constelación la que, en determinados momentos y en determinadas condiciones, puede reunir y organizar capacidades más significativas de trasformación social. Un ejemplo de ello lo hemos visto recientemente, con la huelga feminista, un movimiento surgido de una iniciativa del movimiento argentino “vivas nos queremos”, en tan sólo un año se ha globalizado y popularizado a través de las redes del internacionalismo feminista.

Por tanto, creemos importante saber trascender nuestras limitaciones con esta acción consciente en red, sentir como nuestra también esta identidad más amplia, intentar cooperar en su construcción y articulación desde nuestros valores y nuestras modestas capacidades. Apostamos por la cooperación, por la construcción y el cuidado de los espacios comunes, por alimentar la empatía, por la capacidad de gestionar las diferencias, por los liderazgos colectivos, incluyentes y feministas. Siempre hemos defendido que no se puede querer luchar contra el poder de las multinacionales y empeñarse en hacerlo a través de sus valores: la competencia o los protagonismos compulsivos más o menos disimulados, el cultivo de los micro-poderes o el desarrollo de las organizaciones como marcas.

En estos 30 años siempre hemos defendido la necesidad de incidencia política a la vez que la autonomía de los movimientos sociales en los que hemos participado o con los que hemos cooperado, tanto ante a las organizaciones políticas como ante las instituciones públicas, incluidas las que en algún momento podamos sentir como más cercanas.

“Podemos y debemos contribuir a reparar los “cortocircuitos” que el sistema produce en la solidaridad internacional, en la conciencia sobre la dimensión internacional de las causas, los efectos y las posibles alternativas de la crisis multidimensional que estamos viviendo.

Por eso es posible y necesario un abordaje multidimensional que integre los mecanismos de explotación, dominación y dependencia tanto en lo que respecta a los ámbitos de satisfacción de las necesidades sociales materiales, como a los ámbitos de la socialización y el cuidado entre las personas. Y que integre también la construcción de propuestas alternativas trenzando las fuerzas de emancipación. En todo esto también se requiere un análisis intercultural y el rescate de experiencias surgidas de otros pueblos y latitudes, no para copiar, sino para enriquecer nuestro propio camino hacia lo que los movimientos sociales en América Latina/Abya Yala, desde diferentes matrices culturales, denominan el “sumak kausay” (con-vivir plenamente) o el “post-desarrollo”(ii).

Compromiso social para rescatar la esperanza

Como decía Ramón Panikkar, no hay ninguna certeza de que otro mundo sea posible, pero sí la hay completa de que este es imposible. Para la gran transformación que necesitamos no basta con la liquidez de los “likes”, ni con seguir “tendencias”, ni con el márquetin social. No se trata de adaptarse a las pautas y modas de la cultura dominante, tampoco de desconocerlas, sino de transformarlas y de construir esa “contracultura” que se reivindicaba en Paris hace ahora 50 años. Se trata de la acción “en vivo”, localizada, en las calles, en los centros de trabajo, en los barrios y también en nuestras casas. Si, por muy “antiguo” que suene, se trata de la acción encarnada en el “aquí, en el ahora y en la colectividad”.

Acto contra la minería en la Cordillera del Cóndor, Ecuador

Se lo hemos escuchado al pueblo indígena nasa, de Colombia: “la palabra sin acción es vacía. La acción sin la palabra es ciega. La acción y la palabra sin el espíritu de la comunidad son la muerte”. También lo podemos decir en palabras de la filósofa Marina Garcés: “el compromiso es nuestra condición fundamental, nuestra forma de estar en la vida. Siempre estamos comprometidos en situaciones comunes, en todos los niveles: biológico, social, político (…). Desvincularnos de estos compromisos, romper los lazos con la condición común de la vida como problema, es cometer un acto de violencia. Comprometerse es una toma de conciencia, sí, pero no implica un posicionamiento mental, sino un posicionamiento con el cuerpo, con la vida, con los afectos”(iii).

Entrepueblos seguirá practicando y promoviendo esta concepción del compromiso social. Retejiendo la desconexión que nos impone la cultura del poder patriarcal, capitalista y neocolonial. Un compromiso “bifocal”, es decir, arraigado en lo local y, a la vez, internacionalista.

Frente a los abrumadores retos que supone este contexto de crisis global y, sobre todo, ante los poderes a los que nos enfrentamos, evocamos las palabras de Gustavo Esteva, uno de los fundadores de la Universidad de la Tierra de Oaxaca: “Esperanza es algo distinto de optimismo: no es un mero estado de ánimo. (…) Es eso lo que tenemos que recuperar: la esperanza de que por nuestra propia acción, desde abajo, en nuestras relaciones directas, acabando con las relaciones crueles y autoritarias en las que estamos envueltos, podemos, primero, detener el horror construyendo algo nuevo, y, segundo, caminar esos nuevos caminos en otra dirección”(iv).

A caminar colectivamente y a sentipensar esta esperanza nos auto-convocamos y os convocamos a los cientos de personas y a los muchos colectivos que, tanto desde aquí como desde Abya Yala/América Latina, nos han acompañado durante estos años y nos queremos seguir acompañando.

 

(i)De vidas vivibles y producción imposible, Amaia Orozco, en “No dejes el futuro en sus manos”, Entrepueblos, Barcelona 2012.
(ii)No dejes el futuro en sus manos. Cooperación solidaria ante la crisis del capitalismo global, Entrepueblos, Barcelona 2012.
(iii)La Ciudad siempre Ha sido refigio, entrevista a Marina Garcés, Barcelona Metrópolis, Barcelona 2015.
(iv)Es importante recuperar la esperanza como una fuerza social, entrevista a Gustavo Esteva en la revista Magis, Guadalajara (México) 2015.